miércoles, 13 de febrero de 2008

Sopas de jabón


Es triste tener que reconocer algo así, pero creo que nunca he disfrutado de que me hicieran la pelota. Quiero decir que no he disfrutado porque me hicieran la pelota sino, acaso, a pesar de ello; del espectáculo en sí, un placer bastardo.
Por otra parte, qué buenos recuerdos tengo, qué limpios, diría yo, de nadie en especial. De una nube recortada contra una pendiente de asfalto o un árbol que encontré al pasear por alguna calle particularmente fea de barrio alto, esos tan cuidados que tienen apariencia de deshabitados.
El jabón está bien para lavarse, pero hay quienes le cogen un cariño desmesurado y lo ponen hasta en la sopa. Cuando invitan a sus amigos y estos se mienten como bellacos acobardados comentando las bondades culinarias del menú, les salen burbujas de la boca. Y están encantados. Reblandecidos más que tiernos, como niños maleados antes de tiempo, se dislocan con cualquier cosa que les distraiga de lo que saben: Que están comiendo mierda. Hasta ese extremo temen aburrirse.
¿Se acabaron los días felices en Clichy?
Si es así, sea. Al carajo con Clichy.
Y vengan esos días que queden.

No hay comentarios: