domingo, 15 de marzo de 2009

Si vas a gritar, tócame un violonchelo

De proponer dos posibles vías de investigación de los orígenes de la música, una se adentraría por el costado melódico y la otra por el rítmico. Aunque el primer punto de origen parezca en principio más sofisticado, serían ambos igualmente probables por compartir la misma naturaleza orgánica. No cuesta imaginar a la madre proto-humana llamando a gritos a sus hijos al centro del grupo cuando oliese el peligro de un depredador cercano, tal sigue siendo el comportamiento en las manadas para buena parte del resto de mamíferos con escasa evolución cerebral hasta hoy. Cabe la posibilidad que alguna madre de inteligencia aventajada se atreviese a utilizar la llamada como recurso, tal pudiera ser darles a sus hijos despistados la posibilidad de devorar alguna pieza cobrada en comunidad antes que la terminasen los hijos del resto de madres más cercanos a la pitanza, etc. El grito/frase necesitaría una modificación para instaurarse como reconocible y diferenciado del de alarma. En principio, la misma respiración menos sofocada daría un aire distintivo. Este posible origen de una primera frase podría ser tanto del canto como del mismo lenguaje hablado.
El otro origen, el rítmico, lo entreveo proveniente de lo comunitario, podría ser vocal o incluso una labor donde ya se usase algún rudimentario instrumental como piedras con las que cascar semillas duras. (Por ese rasgo evolutivo, este origen no tiene que ser posterior al antedicho; cabe recordar que los chimpancés utilizan cañas para extraer hormigas de los túneles que estas excavan en la tierra o algunos pájaros levantan piedras con sus picos para arrojarlas sobre los huevos -con perdón- de otras aves mayores y abrirlos). En una situación de hambruna podría aparecer el gesto de cascar las semillas aunque estas no se encontrasen para su recolección, igual que se salivea al olor de la comida aunque no se tenga que comer cuando se huele la del vecino: Sería una manera de engañar al estómago. Una posibilidad de este tipo sería origen no sólo musical sino ritual, algo así como una misa primitiva en la que se invocase a la suerte en busca del alimento. El nacimiento vocal del ritmo podría encontrarse en el rugido comunitario entrecortado de lucha tribal que continuase después de haber ganado una batalla territorial, como muestra a los vencidos de que se sigue dispuesto a la lucha, igual de fuerte para un nuevo choque del que deberían abstenerse. De ahí a un nuevo standar que excitase los ánimos cuando el grupo se viera debilitado habría un paso. Y otra vez podría intuirse el origen ritual del cántico invocando al poder invisible en ayuda de un nuevo triunfo.

Pero este me parece terreno de la antropología y no de la filosofía; una investiga, la otra supone, y cuando ocupa terreno ajeno no se deja otra salida que el mareo continuo de la perdiz, como si tal cosa fuese un valor filosófico en sí mismo y no el principal defecto de una cierta escuela de (no) pensamiento que mirando para otro sitio se busca en el ombligo; algo tan inútil que huele a labor de funcionariado.

No hay comentarios: