miércoles, 9 de enero de 2008

Grave


Un día, hace de esto veinte o diecinueve mil novecientos ochenta de ellos, me morí.
¿No se te ocurre otra cosa que hacer? me preguntaron mis catorce concubinas, siempre dispuestas ellas a afearme la conducta o la cara. Es que no lo he hecho nunca, perdonadme si peco de curioso o egoísta, protesté yo, porque otro no podía ser por mucho que quisiera, ni por mucho que quisiera al desconocido en el que aspirase a convertirme y al que tampoco podía querer tanto porque ni siquiera nos habían presentado.
El caso, que siempre había oído que eso de morirse era algo que no debía preocuparme por ser gratis, pero yo, para hacer algo que no me importa, me ahorro el esfuerzo y el dinero y acabo antes. Total, que me preocupé aunque sólo fuera porque me importase fallecerme.
Siendo ya la preocupación muy mía, me dediqué a repartirla alegremente entre los transeúntes que me encontraba por la calle, por mi portal, por mi casa y por la de la vecina; que era muy viva ella. Y, cosa curiosa, la gente me decía lo mismo que cuando no estaba muerto: Eso no es nada, hombre, estas cosas pasan, ya se sabe...
Tres meses después, visto que lo mío ya olía y lo de mis concubinas también, decidí visitar a un psicoginecólogo. El docto doctor, Alfredo Jabón de Pompas, sólo con restregarme sus narices por el cuello, las axilas y el testículo izquierdo, me dio por imposible; para él era un caso perdido y me recomendó las pompas fúnebres del sepulturero Fermín Palatierra, profesional que quedó deshidratado -acabaría sus días en un sobre de sopa Knorr- de tanto como lloró al encontrarse por fin con alguien que le pidiese, de cuerpo presente y viva voz, ser enterrado. Me sugirió, eso sí, que de seguir matriculado en el gimnasio automovilístico, retomase la practica diaria del noble deporte de la hemofilia. De la hemorroides, querrá usted decir, don Fermín, le corregí yo. Eso mismo, Sr. Becerra., es usted una eminencia orgánica caminante, un eminente bulto biológico de casi metro y medio y el mundo no merece que lo abandone usted, así como asís en Asís.
Y asina, tomando conciencia de mi responsabilidad planetaria, fue como lo superé. Hoy estoy más contento que nunca porque la vida me parece tan abominable como siempre, más aún, horrorosa de lo cara que la cobran por horas; pero muerto no se está tan peor.
Y menos con las almorranas que cincelan mi torso.

8 comentarios:

Louise dijo...

Anda qué... ¡Ya vale de morirse, hombre!, que llevo una semana de cuentos moribundos que ni te cuento. Y no me digas eso que eres un muerto muy vivo, ni nada de bollos ni de hoyos que estoy nerviosa o dormida y no me centro.
Hoy no voy a decirte que el texto es esperpéticamente bueno ni nada semejante poque no quiero aunque sea cierto y certero.
Buenas noches, camarada, y que sean largas y con sueños, que también son gratis.

Coco Becerra (Pepe Boada) dijo...

Pero Isis, mujer (u hombre) ¿qué me cuentas de los cuentos de otros? Pídeles cuentas a ellos de sus muertos, tú.
Exigente estamos, oyes...

Carlota dijo...

Vengo a traerte flores, unos capullos, que creo te encantarán. Esta vida ya no es la misma sin tí. Tus concubinas se dedicaron a llorarte 3 o 4 segundos...luego se ducharon y se arrojaron alegremente a los brazos de las almorranas que nos dejaste de recuerdo...han crecido mucho ya, y se parecen a tí que no veas...aunque sólo una tiene pelo (y azul, ojo...te sentirías orgulloso). Pero ese hedor inconfundible que te acompañó en tus últimos días...ese...no te abandonó...te lo llevaste y nos dejaste huérfanos de él. A veces visito el vertedero municipal, a ver si allí lo encuentro...y la tristeza me invade, pues hay momentos que sí parece que estás allí, pero no...ese se difumina enseguida...el tuyo era penetrante. Y no sigo, que lloro. Qué disfrutes de los capullos. Besos.

estrella dijo...

COCO. Ya te daba por muerto y visitaba esta tumba con desaliento!

Pero veo que estaba equivocada...sólo tenías almorranas!

Querido Coco, yo sé lo que es padecer de esa enfermedad, no puede uno andar, ni estar sentado y cuando tumbado no te quieres levantar. La diferencia es que tu sales de tu trance victorioso y con tu ingenio intacto, yo -como concubina (?)- ni sirvo para eso! Gracias sean dadas…
Dime guapo, lo del virus es verdad o sólo querías invitarnos a este festín? Pedazo de alcornoque!

Buena música!!! No fallas. Besos para ti y saludos a todos.

estrella dijo...

No me vas a contestar???

Coco Becerra (Pepe Boada) dijo...

Pero Chiqui, es que son unas almorranas de campeonato de culturismo, de un cubicaje como no debe sufrirlas ni el mismísimo gobernador Schwarzennegerr.

Lo del virus es totalmente real. Al tanto, que además de borrar el disco duro, provoca diarreas.

Besos hemorroidales y saludos víricos.

alfonso dijo...

Después de ese poético cuento sobre la vida y la muerte, pues no sé que decir. Bueno, sí, que Carlota vino a estropear tanta poesía con esas guarrerias que cuenta. Son las 9:04, quiero desayunar y con tu poesía me lo iba a pasar bien.
Post Data, al señor ese del nombre tan largo puedes adjuticarle un buenas almorranas, tamaño estado de Tejas, por favor.
Bueno, desayuno y me voy a morir un poco.

Coco Becerra (Pepe Boada) dijo...

Ñoco, como has podido comprobar, estaba vago contestando hasta que vino Chiqui ayer y me amenazó con enviarme a la tierra del gobernador ese, a que me sentaran allí en una de sus sillas; se ve que son famosas en el mundo entero por curar toda enfermedad definitivamente:California y Lourdes, dos lugares milagrosos.
Compruebo que tenemos horarios sincrónicos para comenzar a palmar. Claro que otros tiene más prisa, lo que me lleva a contestarle a CarlAta, a quien no le he dicho nada hasta ahora no sólo por pereza o desconsideración , que también, sino porque...

CarlAta y demás vividores ficticios, tengo una noticias funesta: Manolo ha muerto, en esta vida de mentira y en la suya, la de verdad. Ha esperado poco a irse detrás de su compañera Manoli, apenas unas semanas; porque me niego a tomar por casual su fallecimiento acompasado. Descansen los dos en paz enterrados en nuestra mejor maceta, delante de una ventana. Con tu perrmiso, CarlAta, los floridos capullos (porque eran de flores, quiero suponer) se los ofrendo a ellos.
(El próximo post tendrá un tamaño descomunal para lo que estáis acostumbrados a encontrar aquí: Será del tamaño de un garbanzo, la reposición de un momento en la vida del ya inmortal Manolo, quien vivió un año entre nosotros).